Corro a Kolbi*. Cuando llego, un círculo de curiosos rodean la escena. Tomo aire; me temo lo peor.
En medio de la tienda, la dependienta, horrorizada, mira a su alrededor como pidiendo ayuda; el pánico le impide articular palabra. Una gota roja se desliza suavemente por su cuello. Reconozco el zumo de papaya que preparé esta mañana. Con un casco de botella roto, mi hermana le aprieta la yugular. Al verme, sonríe y grita:-¡¡¡He dicho que no me voy de aquí sin internet!!!
El guarda de seguridad se acerca con cuidado y trata de tranquilizarla.
-Si das un paso más, la mato.
Minutos antes…
-Aquí tiene –deslizando un papelito con el número 77.
-No, perdone, creo que no me ha entendido bien. Le repito que llevo UNA SEMANA esperando a que me funcione internet. Es la décima vez que vengo y no pienso hacer ninguna fila –le devuelve el papelito.
-Pero es que…
-¡Pero es que nada! Avise a quién tenga que avisar.
La dependienta desaparece detrás del mostrador. Al regresar, le asegura que en seguidita llega la jefa.
15 minutos después…
-Perdone, lo de que viene la jefa, ¿lo dijo para mantenerme calladita o realmente va a venir?
Al momento, aparece la jefa y le señala donde sentarse.
-Mire, yo lo único que pido es que me funcione internet.
-Si claro, usted verá… es que el wi fi depende de la conexión… de dónde esté… y claro, si hay mucha gente usando internet con el celular… pues la señal se reparte.
-¿¿¿Me está diciendo, que mi internet depende de cuanta gente esté utilizando internet en su móvil en ese momento???
-Así es señorita.
-¡Pero si todo cristo utiliza internet en su móvil!
-Ya mira… yo es que creo que el problema es del pen**.
-¿¿Del pen?? Llevo dos horas de pie, arreglando el puto pen y por fin he conseguido que funcionase perfectamente. Así que no me diga que es culpa del pen.
-Ah… pues… pero, ¿su contrato es de prepago?
-Sí.
-Claaaaro, es que funciona mejor el postpago.
-Ya, pero resulta que su empresa, como soy extranjera, no me permite contratar un servicio postpago.
-Y… ¿usted no conoce a nadie que pueda…
-¡¡Noo, no conozco a nadie aquí!!
-Ya, es que el postpago funciona mejor.
-Sí, eso ya me lo ha dicho, no hace falta que me lo pase por el morro. Dígame qué coño hago con el prepago que ya he contratado.
-Es que el prepago siempre da problemas en el pen.
-¿Y eso no me lo podía haber dicho antes de pagarlo?
-¡Ah! Yo no sé quién se lo dijo, señorita. Yo no fui.
-¡Pues ese, ese y esa me lo dijeron! –señalando a cada ventanilla- Como ya he pasado por todas…
-Ya, lo siento señorita, pero yo no puedo solucionarlo.
-Y, ¿me puede decir qué cojones quiere que haga yo ahora con este pen que me costó 23 dólares y estas dos tarjetas de 5000 colones?
La dependienta se encoge de hombros.
-Vamos, que me los meta por el culo, ¿no?
Mi hermana recoge cada uno de los objetos que ha tirado sobre la mesa, los mete en la mochila, saca el zumo de papaya, bebe un trago y, cuando parece marcharse, se gira bruscamente, rompe la botella encima de la mesa, mira al cielo y exclama:
-¡Ni de coña! ¡¡¡¡De aquí no se mueve ni dios hasta que yo no tenga mi internet!!!!
Y ahí estaba yo, salpicada de sangre, viendo como mi hermana acababa con todos uno a uno. Al de la ventanilla 1, le electrocutó estampándole la cara contra la pantalla del ordenador. Al de la ventanilla 2, le grapó los dedos al teclado del ordenador. A la de la ventanilla 3, le rajó la córnea con las tarjetas prepago. A la de la entrada, le hizo tragarse, uno a uno, los numeritos impresos en papel del 1 al 77. Y, a la dependienta, por supuesto, le rajó el cuello con el cristal. Su cabeza rodó por el suelo hasta mis pies. Sin dudarlo, la aplasté de un pisotón.
-Vamos Pichu, ahora tendremos menos gente con la que compartir nuestra cobertura.
Epílogo:
-Por cierto, siento lo de tu zumo de papaya.