Todas las mañanas,
cuando sale de casa, Antonio, el guarda, le pregunta: ¿Qué tal va? Esa mañana
la miró extrañado y le preguntó: ¿No te falta algo? Con un ademán de no saber a
qué se refería salió con prisa de casa. Al doblar la esquina, Jesús,
siquirreño* seguidor de la selección española, le preguntó con la misma cara de
extrañeza que Antonio: Te noto rara, ¿no te falta algo? Enfadada por la
insistencia siguió su camino hasta el hombre que vendía tomates. Cuando le
pidió 3 kg. por 1000 colones, el hombre, desafiante, le dijo: ¿Para qué los
quieres? Extrañada por la pregunta contestó sin pensar: Para rallarlos y
untarlos en pan tostado. ¿Cómo piensas rayarlos con un solo brazo? ¿Cóoooomo?
respondió estupefacta al tiempo que se miraba el brazo izquierdo, mejor dicho,
miraba donde debía estar su brazo izquierdo pues el hombre que vendía tomates
tenía razón, ahí no había nada salvo un geiser
sanguíneo que le golpeó en la cara; miró hacia atrás y vio que todo el camino
que había recorrido estaba salpicado con su sangre.
Caminaba rápido
tratando de no pensar en el muñón sangrante de su brazo, aunque en el fondo
sabía que no sería lo único que le faltaría. Al llegar al mercado la gente se
le quedaba mirándola como si de un mutante se tratara: los hombres se fijaban
en ella con asco, los padres tapaban los ojos a sus hijos y las mujeres bajaban
la mirada disimulando su aprensión; aún así, todos y cada uno de ellos acabaron
bañados por el líquido rojizo. Ella se daba cuenta, sin embargo se había
empeñado en cocinar olla de carne así que, ignorando la expresión atónita del
frutero cuando la hemoglobina le mojó el bigote, le pidió chile panameño,
tiquisque, yuca y ñame*. Al contrario que en otras ocasiones, el hombre la
despachó tan rápido como pudo y además no le regaló ninguna fruta. Avergonzada
y resignada salió del mercado escondiéndose entre las sombras de las
callejuelas para evitar las miradas acusadoras. A mitad de camino se sentía
agotada pero ¿qué podía hacer si solo tenía la pierna derecha? Se sentó en
medio de su propia sangre para coger aire y hasta eso le resultaba difícil ya
que sólo contaba con un orificio nasal, lo bueno es que solamente tenía que
llenar un pulmón. Al llegar a casa Antonio, que
extrañamente llevaba puesto un impermeable, ni la miró, y ella se arrepintió de
todas las tortillas de patata que le había preparado durante ese año.
Con el portátil bajo el
brazo se acercó al bar “Un lugar”, una Pilsen le ayudaría a cicatrizar las
heridas. Cuando se la terminó sus heridas habían dejado de salpicar, sin
embargo una enorme nostalgia le invadía el cuerpo (lo que quedaba de él), por
lo que decidió pedir otra cerveza, esta vez acompañada por unos nachos. Cuando
se lo sirvieron se conectó a Internet, y en seguida, recibió una llamada por
Skype. Descolgó impaciente y mientras se llevaba a la boca unos nachos con
natillita (y algunos coágulos resecos) contuvo la respiración esperando a que
cargara la webcam de su interlocutor. Entonces se le saltaron las lágrimas:
ahí, en su pantalla, estaba la mitad que le faltaba.
*De Siquirres: precioso
lugar en el Caribe de Costa Rica.
*Raíces imprescindibles
para una buena olla de carne.
Me gusta ese "no duele" con abundante salsa de tomate.
ResponderEliminarEn el lugar donde habitaban fantasmagóricos sueños, el espíritu se ha hecho carne y se oye una canción infantil que dice “santa rita, rita, rita, lo que se da no se quita”
ResponderEliminarComo pudieron dejarla volar en avión sabiendo que dejaba mutilada a su otro yo en zona tica...No me lo explico muchachas. Con la piel de gallina y un poco de ese liquido bermellón por dentro; así me he quedado con la una sin la otra y la otra sin la una...
ResponderEliminarRO
¡hostiaaaaa!demasiao para mi.la mamma
ResponderEliminarDe costa rica a madrid,pasando por cuba,atlanta,portugal y demás,puede apreciarse desde el cielo una delgada linea roja.
ResponderEliminarLa una..o la otra
me ha encantado ^^ sin mi mitad, yo también sangraría
ResponderEliminarSan