martes, 14 de febrero de 2012

EL PERRO QUE LADRA PORQUE CANTA EL GALLO

CAPÍTULO 3: “La huida”

El círculo luminoso de la linterna les ayudaba a sortear la repugnante alfombra de sapos que cubría el camino. Los desagradables ruidos de estos anfibios se unían a los monótonos cánticos de alabanza procedentes de un grupo de gente de túnicas oscuras. Liderando el grupo, reconocieron al hijo siniestro de la pulpería. Ante su mirada, aceleraron el paso.

En el camping sólo se escuchaba la televisión encendida de Álex. Decidieron no molestarle e ir directamente a dormir. Estaban agotadas.

-        ¡Áleeeeeex! ¡Áleeeeex! –el grito insistente las despertó.

El hombre chilló con más fuerza, pero los ladridos del perro y el sonido de la televisión fueron las únicas respuestas que obtuvo. Ni rastro de Álex.

Horas más tarde, un fuerte golpe en la verja despertó a una de ellas. Alertada por el ruido se mantuvo a la espera. Escuchó unos pasos que se acercaban, el perro ya no ladraba.

“Ese ruido… ¿qué será?” –se preguntaba a sí misma –“y el perro, ¿por qué  no ladra? ¿Será Álex? Lo mejor es que no haga ningún ruido. Tiene que ser Álex…sí, sí…¿quién sino a estas horas?” De repente vio una sombra. La silueta de un hombre con visera se alzaba inmóvil frente a la tienda. Ella permaneció tumbada boca arriba intentando silenciar su respiración acelerada. La figura, que continuaba inmóvil, hizo un gesto lento con la mano como pidiendo a alguien que se acercara.

-¿Quién esta ahí? –gritó nerviosa. Pero la pregunta no consiguió ir más allá de su imaginación.

“¿Quién está ahí? ¿Quién está ahí?” –intentó desesperadamente recuperar su voz –“no, esta claro que no es Álex, pero entonces ¿por qué el perro no ladra? A ver…la tele sí se escucha…entonces Álex tiene que estar ahí pero…¿por qué  no sale? Esta claro que en este pueblo la gente es muy rara, es que esas miradas…y continuamente preguntando qué dónde nos quedábamos…¡el tuerto! ¡el tuerto llevaba gorra! bueno…también el borracho del puerto la llevaba…hombre, el hijo de la pulpería podría ponérsela, y ese sí que era siniestro, mira como nos miraba…joder ¡y el del caballo hablándonos de acoso!...bueno, a ver, no pasa nada, si se acerca más me pongo a gritar…pero joder para qué si Álex no se entera de nada…bueno me puedo defender, tengo aquí la navaja…¿dónde la tenía?...sí, en el bolsillo de la mochila…¿seré capaz de clavársela?...que sí, que sí, según entra ¡pla! en todo el estómago, y sino le doy con la linterna que eso sí que no me cuesta nada, pero claro si son dos…porque estaba llamando a otro…es que debería despertar a mi hermana, no, no, mejor no que la voy a asustar…no, no, ¡sí! hay que despertarla, porque si entran y está dormida no le da tiempo a reaccionar. Tenemos que estar preparadas.”

-        Tuqui, Tuqui…-susurró –despierta Tuqui, despierta.

Pero su hermana seguía profundamente dormida. Decidió moverla suavemente para no hacer ruido. Por miedo a que se despertara con un grito le tapó la boca y, agarrándola del brazo, continuó susurrando:

-        Tuqui, despierta, despierta Tuqui, hay alguien fuera.

Consiguió por fin despertarla y, pidiéndola que no se moviera, le contó en voz baja lo que estaba sucediendo. No les quedaba otra que salir. La una armada con la linterna, la otra con la navaja, abrieron lentamente la cremallera de la tienda. Alumbraron toda la finca deteniéndose en esquinas y matorrales. No había nadie. El crujido de la madera dirigió su linterna al porche. Una mecedora se balanceaba de un lado a otro. Estaba vacía. La televisión seguía encendida.

Sin mirarse, sin hablar, se metieron a la vez en la tienda. No durmieron en toda la  noche.

Un perro ladró porque el gallo cantó. Su último día en Pueblo había llegado.

Recogieron sus cosas en silencio y fueron directas al puerto. Las calles estaban vacías, las casas en silencio y los comercios cerrados. Una extraña sensación de abandono oscurecía a Pueblo.

Sentadas ya en el barco se giraron para mirar por última vez a Pueblo. Álex, el tuerto, el borracho, Juanita, el de la pulpería,…todos estaban allí, despidiéndose con la mano y mirándolas fijamente. Sobre ellos, el cartel seguía rezando: Welcome to Pueblo. 

                                               Foto: Marta Sánchez Fernández.

3 comentarios:

  1. Insomnio para lo que resta de semana.
    No creo que pueda dormir con la cofradía de sapos debajo de la cama.

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  2. Pues nada, concluida la trilogía tengo que decir: un 10 por lo que me toca. Ya me la estoy pasando a Word, no digo más...

    Tony.

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  3. La pregunta es: ¿volveriáis a Pueblo?
    Mi vena masoquista me hace querer conocer ese lugar apenas toque tierras costariqueñas...jeje
    Eso si, siempre con la una y la otra...
    RO

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